Martí en sus libros (Primera parte)*
Por: Aymée Ma. Borroto Rubio
(Publicado en Periódico Cubarte, 18 de mayo de 2018)
Fue el primer fondo documental latinoamericano incluido en la Memoria del Mundo de la Unesco.
Cuando en 2005 se hizo honor a la obra de José Martí con tal distinción, se reconocía también la labor de quienes hicieron posible que llegaran a nuestras manos de hoy dos mil cuatrocientos treinta y cinco documentos, una de las más importantes joyas del patrimonio nacional.
No se trata solo de lo escrito por y sobre el más universal de los cubanos; los documentos abarcan un período desde 1827 hasta 1995, porque incluyen tanto originales que avalan la existencia de la familia Martí Pérez –el nombramiento de Mariano Martí como subteniente del Ejército Español, por ejemplo-, como resoluciones y actas constitutivas de monumentos y otras acciones de homenaje al Maestro después de su caída en combate; el más reciente es el Título de Graduado en Literatura y en Derecho Canónico otorgado por la Universidad de Salamanca, llegado a Cuba en 1995 de manos del Rector, porque aunque Martí culminó sus estudios, no pudo obtener la certificación por falta de recursos económicos.
Parte valiosísima de este fondo documental son los libros, esos que ayudaron a la formación, al oficio, que acompañaron su vida azarosa y fértil.
“Estos libros ha sido mi vicio y mi lujo, esos pobres libros casuales, y de trabajo. Jamás tuve los que deseé, ni me creí con derecho a comprar los que no necesitaba para la faena.”
Se trata de veintinueve títulos y treinta y siete ejemplares, parte de la biblioteca personal de Martí en Nueva York. Son esos que quedaron desde 1886 y formaron parte ineludible para la redacción de sus discursos, las publicaciones en Patria, la literatura dispersa y diversa.
La colección demuestra que estamos en presencia de un bibliófilo. Junto a los de Historia de América, Historia de Cuba, poesía, matemáticas y ciencias, están La Biblia Erótica, y los referidos al socialismo contemporáneo o la Revolución Francesa… Todos de gran belleza editorial, lo que demuestra que su dueño disfrutaba, de los libros, todo: el contenido y la forma. Los hay vírgenes, con sus barbas intonsas; y apostillados, en cuyas páginas se leen unas anotaciones hechas con letra nerviosa y rápida, a lápiz o tinta ferrogálica, como quien apunta ideas volantes en trayecto de viajes.
“Los libros deben siempre leerse con una pluma en la mano”.
Entre todos, llama la atención el más pequeño, ese que se dice que llevaba Martí siempre en el bolsillo. Un deletreador de inglés y español, de catorce centímetros y hecho en seda de Rusia, por el cual pagó cincuenta y cinco centavos. Además de servirle para la comunicación cotidiana, el librito guardaba un secreto: junto a algunas palabras, hay marcas de nombres como Maceo, José, lo que permite a los investigadores pensar que fueran usadas como pseudónimos para mensajes sobre la guerra.
*Este texto incluye el resultado de las entrevistas realizadas por la autora a la Dra. Ana Sánchez Collazo, a la Lic. Raisa Ruiz Arias y a los especialistas del Departamento de Conservación de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado para el programa Punto de Partida, un producto audiovisual del Centro Nacional de Superación para la Cultura del Ministerio de Cultura y el Canal Educativo de la Televisión Cubana, con el coauspicio de la Cátedra Unesco Cultura y Desarrollo. Todos los textos marcados en negritas corresponden a José Martí.
(CONTINUARÁ)